martes, 5 de febrero de 2008

1-LAS PLANCHAS DE PLOMO


Segunda luna de la primera estación del año 206 a.C.
Asomado a la ventana de la planta superior de un granero abandonado, Habis podía ver por encima de la muralla las catapultas y los onagros de las legiones romanas disparando contra los últimos reductos cartagineses en Ispal (Sevilla).
Numerosos incendios se apreciaban desde su privilegiada posición, aunque lo que más le impresionó fue observar cómo a través del hueco provocado por una piedra en la empalizada que rodeaba la ciudad, entraba una centuria romana y se dirigía, sin piedad, contra un reducido número de cartagineses, a los que masacraron en unos minutos. Pila, hastae, escudos y cascos refulgieron al sol del amanecer envueltos en un ensordecedor entrechocar de hierro y bronce…”

¡Bueno! Esto ya no tiene marcha atrás. Hoy comienzo este blog y lo hago con los dos primeros párrafos…
Aunque creo que antes debo presentarme. Mi nombre en Richard Siberry, y soy el único miembro de la Sección de Lenguas Muertas del Departamento de Historia Antigua de la Facultad de Historia de Sevilla, ubicada en un minúsculo despacho en una de las alas de la antigua Fábrica de Tabacos. Y no sabéis el tiempo que he tardado en decidirme a colgar en la red el increíble relato aparecido en unas antiquísimas planchas de plomo que por azar han llegado a mis manos.
La verdad es que aquella mañana de hace apenas un mes los problemas se acumulaban en mi cabeza uno sobre otro, y jamás pensé que, sin embargo, fuera a ser tan especial. Pues bien, me disponía a tomar mi enésimo café cuando María entró en mi despacho como un torbellino. Ya otras veces me había traído piedras con inscripciones antiguas o epígrafes desconocidos, pero nunca pensé que lo que aquel día había encontrado tuviera la importancia que con el tiempo descubrí…
Y es que en este año que hace poco ha comenzado se conmemorará el cincuenta aniversario de uno de los descubrimientos de más trascendencia del siglo pasado: El hallazgo del conocido Tesoro del Carambolo, un conjunto de varias piezas de oro de origen tartesio encontradas en el municipio sevillano de Camas en 1958.
Pues bien, como iba diciendo, María apareció con una renegrida plancha de plomo donde aparecían numerosas incrustaciones cinceladas. Mi instinto me hizo tomarla con delicadeza y comenzar a traducir aquellas frases en latín antiguo, apartando con la punta de mi lápiz y una brochita de alambres el barro que las tapaba:
—“ Asomado a... a la ventana de la planta superior de un gra… granero abandonado, Habis podía ver por… por encima de la muralla las... las catapultas y los onagros de las legiones romanas disparando contra los últimos... últimos reductos cartagineses en Ispal....”— leí en el primer párrafo.
—¿Habis? Es un nombre tartesio. E Ispal podría ser Híspalis, María. ¿Había más planchas?— le pregunté emocionado.
—Allí no. Pero el vendedor me dijo que tenía muchas en su casa.
—Pues ve y cómpralas todas— le pedí con entusiasmo sacando de mi cartera doscientos euros y dándoselos a la chica.
La verdad es que ni siquiera entonces sospeché qué historia era aquella que comenzaba a entrever, aunque ahora, después de haber dado por concluida la traducción de casi cien planchas de aquellas puedo decir con satisfacción que cincuenta años después sabemos qué manos fueron las que colocaron el Tesoro del Carambolo en el lugar que apareció allá en el año 1958.
El resultado ha sido publicado con el título "LA ESTIRPE DE ARGANTONIO Y EL PERIPLO DE UN TESORO"
Sevilla, martes 5 de febrero de 2008.